miércoles, 11 de junio de 2008

SOBRE LA TEORIA DEL VALOR 8º PARTE

La reproducción difícil

Para funcionar de manera relativamente armónica, el capitalismo necesita una tasa de ganancia suficiente, pero también, mercados. Pero esto no basta, y se debe satisfacer una condición suplementaria, que se refiere a la forma de estos mercados: deben corresponder a los sectores susceptibles, gracias a las ganancias de productividad inducidas, de hacer compatible un crecimiento sostenido con una tasa de ganancia mantenida. Ahora bien, esta adecuación está cuestionada constantemente por la evolución de las necesidades sociales.

En la medida en que el bloqueo salarial se ha impuesto como medio privilegiado de restablecimiento de la ganancia en Europa, el crecimiento posible era obligado a priori. Pero esta no es la única razón, que más bien hay que buscar en los límites de tamaño y de dinamismo de estos nuevos mercados. La multiplicación de los bienes innovadores no ha bastado para constituir un nuevo mercado de un tamaño tan considerable como la filial automotriz, que arrastra no solamente a la industria automotriz, sino al mantenimiento y a las infraestructuras de rutas y urbanas. La extensión relativamente limitada de los mercados potenciales tampoco pudo compensarse por el crecimiento de la demanda. Desde este punto de vista, faltaba un importante elemento de cierre de circuito que debía llevar a las ganancias de productividad a progresiones rápidas de la demanda en función de las bajas de precios relativos inducidas por las ganancias de productividad.

Luego se asiste a una deriva de la demanda social, de los bienes manufacturados hacia los servicios, que corresponde mal a las exigencias de la acumulación del capital. El desplazamiento se hace hacia zonas de producción (de bienes o de servicios) con débil potencial de productividad. En los corredores del aparato productivo también, los gastos de servicios ven aumentar su proporción. Esta modificación estructural de la demanda social es, para nosotros, una de las causas esenciales de la disminución de la productividad que viene a enrarecer las oportunidades de inversiones rentables. No es, ante todo, porque la acumulación ha disminuido que la productividad se ha desacelerado. Por el contrario, es porque la productividad - como indicador de ganancias anticipadas - ha disminuido, que la acumulación se desaceleró a su vez, y que el crecimiento está frenado, con efectos en retroceso suplementarios sobre la productividad. Otro elemento a tomar en cuenta es también la formación de una economía realmente mundializada que, confrontando las necesidades sociales elementales del sur con las normas de competitividad del norte, tiende a despojar a los productores (y por lo tanto a las necesidades) del sur.

En estas condiciones, la distribución de la renta no basta, si esta se gasta en los sectores en que la productividad - inferior o creciente más lentamente - viene a pesar sobre las condiciones generales de rentabilidad. Como la transferencia no es frenada o compensada en razón de una relativa saturación de la demanda adecuada, el salario deja de ser, en parte, un mercado adecuado a la estructura de la oferta y entonces, debe ser bloqueado. La desigualdad del reparto en beneficio de las capas sociales acomodadas (también a nivel mundial) representa entonces, hasta cierto punto, una salida a la cuestión de la realización de la ganancia.

El estancamiento del capitalismo en una fase depresiva resulta entonces de una diferencia creciente entre la transformación de las necesidades sociales y el modo capitalista de reconocimiento, y de satisfacción, de esas necesidades. Pero esto quiere decir, sin duda también, que el perfil particular de la fase actual moviliza, quizás por primera vez en su historia, los elementos de una crisis sistémica del capitalismo. Incluso se puede adelantar la hipótesis que el capitalismo ha agotado su carácter progresista en el sentido que su reproducción pasa desde ahora por una involución social generalizada. En todo caso, se debe constatar que sus capacidades actuales de ajuste se restringen, en sus principales dimensiones, tecnológica, social y geográfica.

Nuestra interpretación de la "paradoja de Solow" sugiere que existe un progreso técnico autónomo latente salido de importantes ganancias de productividad virtuales. Pero la movilización de estas potencialidades se choca con un triple límite:

la insuficiencia de la acumulación representa un freno a la difusión de los nuevos equipamientos y al rejuvenecimiento del stock de capital;
la imbricación creciente entre la industria y los servicios en el centro mismo del aparato productivo contribuye a tirar hacia abajo los resultados globales de la productividad;
el insuficiente dinamismo de la demanda refuerza el efecto precedente y le agrega un factor específico de inadecuación entre mercados y oferta productiva, a la vez por baja de elasticidad de la demanda a los precios de los nuevos productos, y por desplazamiento de la demanda social hacia servicios de menor productividad.

Si la tecnología ya no permite modelar la satisfacción de las necesidades sociales en la especie de mercancías de fuerte productividad, esto quiere decir que la adecuación a las necesidades sociales está cada vez más amenazada y que las desigualdades crecientes en el reparto de la renta se convierten en la condición de realización de la ganancia. Por eso, en su dimensión social, el capitalismo es incapaz de proponer un "compromiso institucionalizado" aceptable, dicho de otro modo, un reparto equitativo de los frutos del crecimiento. Reivindica, de una manera completamente contradictoria con el discurso elaborado durante "la Edad de Oro" de los años de expansión, la necesidad de la regresión social para sostener el dinamismo de la acumulación. Parece incapaz, sin modificación profunda de las relaciones de fuerza, de reponerse a sí mismo para un reparto más equilibrado de la riqueza.

Finalmente, del punto de vista geográfico, el capitalismo ha perdido su vocación de extensión en profundidad. La apertura de vastos mercados potenciales después de la caída del Muro de Berlín no ha constituido el nuevo El Dorado imaginado, y por lo tanto tampoco el "shock exógeno" salvador. La estructuración de la economía mundial tiende a reforzar los mecanismos de despojo, obligando a los países del sur a un imposible alineamiento según normas de hiper competitividad. Cada vez más, la figura armoniosa de la Tríada es reemplazada por relaciones conflictivas entre los tres polos dominantes. El reciente dinamismo de Estados Unidos no sienta las bases de un régimen de crecimiento que podría reforzarse enseguida al extenderse al resto del mundo. Sus contrapartidas aparecen cada vez más evidentes en las formas de ahogo del crecimiento en Europa y aún más en Japón. Por eso, el período abierto por la última inversión coyuntural está ubicado bajo el signo de un ascenso de tensiones entre los polos dominantes de la economía mundial y una creciente inestabilidad de esta última.

En resumen, las posibilidades de remodelación de estas tres dimensiones (tecnológica, social, geográfica) susceptibles de proveer el marco institucional de una nueva fase expansiva parecen limitadas y esta onda larga verdaderamente está llamada a estirarse en un débil crecimiento. Parafraseando una famosa fórmula, el fordismo ha representado sin duda "el estadío superior del capitalismo", lo que mejor tenía para ofrecer. El hecho de que retire ostensiblemente esta oferta destaca por su parte la reivindicación de un verdadero derecho a la regresión social.

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