jueves, 12 de junio de 2008

SOBRE LA TEORIA DEL VALOR - ULTIMA PARTE

¿Nueva economía, nueva onda larga?

¿Hemos entrado en una nueva fase de crecimiento duradero? Podemos reunir los elementos de respuesta ya propuestos, enunciando de manera sintética los ingredientes de una fase expansiva: un nivel bastante elevado de la tasa de ganancia y la reactivación de la acumulación como condiciones inmediatas; un entorno relativamente estable, sobre todo desde el punto de vista de la estructuración de la economía mundial, asegurando las condiciones de mantenimiento de la tasa de ganancia a este nivel elevado. Este primer conjunto de condiciones define un esquema de reproducción que establece quien compra lo que se produce. Hay que agregar aquí exigencias de legitimidad social que define un "orden productivo" y garantiza la reproducción general del modelo.

Desde la contrarrevolución neoliberal, los debates oscilan entre dos concepciones. Algunos insisten sobre la coherencia de este proyecto, otros sobre sus imperfecciones y sobre todo, la inestabilidad financiera. Periódicamente, se anuncia el emplazamiento de un nuevo modelo. La tasa de ganancia ha vuelto encontrar su nivel anterior a la crisis. Las nuevas tecnologías está allí. ¿No hemos entrado en un nuevo orden productivo?

La especificidad absolutamente inédita de la fase actual es, precisamente, que el restablecimiento de la tasa de ganancia no permitió "mejorar" ninguna de las otras curvas del capitalismo. La tasa de acumulación, la tasa de crecimiento del PIB y la de la productividad del trabajo están todas a la baja, mientras que la tasa de ganancia trepa. Por cierto, la fase más reciente de la "nueva economía" ha satisfecho en parte la desviación en Estados Unidos, donde se ha podido constatar una recuperación de las tres curvas: acumulación, crecimiento y productividad. Pero, como hemos visto, es un restablecimiento muy limitado en el tiempo y aún más en el espacio. En resumen, a pesar del restablecimiento de la tasa de ganancia, el capitalismo mundial no ha entrado en una nueva fase expansiva. Le faltan esencialmente tres atributos: un orden económico mundial, terrenos de acumulación rentables suficientemente extendidos y un modo de legitimación social. La fase actual es particularmente estirada, por no equilibrar un orden productivo coherente y una estructuración estable de la economía mundial. El anticapitalismo puede renacer entonces, sobre la base de la falta de legitimidad del modelo.

La grilla teórica propuesta aquí puede ser situada en relación a otros enfoques. No se opone como tal al enfoque regulacionista inicial y presenta muchos puntos comunes en cuanto a las preguntas formuladas y a su principio general: para funcionar bien, el capitalismo necesita un conjunto de elementos constitutivos de lo que se puede llamar un modo de regulación, un orden productivo o un período histórico. Lo importante es combinar la historicidad y la posibilidad de esquemas de reproducción relativamente estables. Pero hay que separarse de los trabajos regulacionistas de la "segunda generación" ubicados bajo el signo de la armonía espontánea, y preocupados ante todo por dibujar los contornos de un nuevo contrato social, como si esta fuera la lógica natural de funcionamiento del capitalismo, y como si este dispusiera permanentemente de un stock de modos de regulación, donde sería suficiente alentarlo a elegir el bueno .

Ya hemos señalado que este enfoque se distingue también de una interpretación marxista demasiado monocausal, que hace de la tasa de ganancia instantánea el alfa y el omega de la dinámica del capital. Pero sobre todo, es necesario hacer un hechizo a los enfoques que dan un lugar desproporcionado a la tecnología. En la teoría de las ondas largas, existe un lazo orgánico entre la sucesión de ondas largas y la de las revoluciones científicas y técnicas, sin que esta relación pueda vincularse con una visión neo schumpeteriana en donde la innovación sería en sí la clave de la apertura de una nueva onda larga. Desde este punto de vista, las mutaciones ligadas a la informática, constituyen sin duda un nuevo "paradigma técnico - económico" - para retomar la terminología de Freeman y Louça en su destacada obra - pero esto no basta para fundar una nueva fase expansiva. Es tanto más urgente tomar distancia con un cierto cientismo marxista cuanto que los abogados del capitalismo lo toman por su cuenta, fingiendo creer que la revolución tecnológica en curso basta para definir un modelo social coherente.

La teoría de las ondas largas desemboca, entonces, en una crítica radical del capitalismo. Si este tiene tanta dificultad para sentar las bases de un orden productivo relativamente estable y socialmente atractivo, es que está confrontado a una verdadera crisis sistémica. Su prosperidad se basa a partir de ahora en la negación de gran parte de las necesidades sociales. Llegado este estado, las presiones que se pueden ejercer sobre él para hacerlo funcionar de otra manera, para regularlo, deben ser tan fuertes, que se distinguen cada vez menos de un proyecto global de transformación social.

Frente a este capitalismo que se asemeja cada vez más a su concepto, la aspiración a un poco de regulación es legítima. Pero hay que cuidarse de un doble error de apreciación. Primero, no hay que confundir la necesidad de re - regulación con la ilusión de la regulación, que consiste en pensar que este sistema es racional y por lo tanto, se dejará convencer por un argumento bien construido. Una variante de esta ilusión sería fijarse la imposible tarea de separar el buen grano de la cizaña y procurar una nueva razón de ser al capitalismo, desembarazándolo de las influencias de las finanzas. Luego, hay que admitir que la crítica del capitalismo actual no puede hacerse en nombre del "fordismo" mistificado, al que habría que regresar. Por supuesto, no está prohibido apoyarse en las adquisiciones sociales y en la legitimidad de la que gozan, pero esto es totalmente insuficiente.

La superación de estos dos obstáculos diseña una estratagia cuyas intenciones son bastante claras: la resistencia a la mercantilización capitalista conduce poco a poco a la construcción de una nueva legitimidad, fundada en valores de igualdad, de solidaridad y de gratuidad, que cuestionan el corazón de la lógica capitalista. Porque se niega a responder positivamente a estas demandas elementales y vuelve sobre los derechos adquiridos, el radicalismo del capital engendra así una nueva radicalidad de los proyectos de transformación social.

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