Inmanuel Wallerstein es un reputado científico social contemporáneo exponente de la tradición del pensamiento de la corriente científica fundada por Marc Bloch, Lucien Fevbre pero adhiriendo especialmente a la metodología y técnicas desarrolladas por el conocimiento del hombre y de las sociedades humanas del eminente historiador Fernand Braudel director de los Annales (Economies-Sociétes-Civilisations). La Hoja Voladora en un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo ha elaborado una síntesis del trabajo presentado por el distinguido profesor Wallerstein en su obra Después del Liberalismo* escogiendo del capítulo 11. LA REVOLUCION COMO ESTRATEGIA Y LAS TÁCTICAS DE TRANSFORMACIÓN el rico abordaje que ensaya el autor sobre la trayectoria descripta por la noción de Revolución y sus perspectivas de realización efectiva atravesando el análisis del presente desde el postulado del sistemas-mundo.
“¿Fracasó la Revolución francesa? ¿Fracasó la Revolución rusa? Estas dos preguntas podrían haber parecido absurdas en algún momento pero ya no lo parecen. Pero, ¿cómo se responden?.
Revolución es una palabra extraña. (…) El Oxford English Dictionary registra su uso ya en 1600 en el sentido de derrocamiento de un gobierno por sus súbditos. Pero por supuesto la idea de derrocar el gobierno no es necesariamente incompatible con el concepto de regresar al punto de origen. Muchos acontecimientos políticos llamados ´revolución´ por sus protagonistas fueron presentados por los mismos como la restauración de derechos violados, y por lo tanto como un regreso a un sistema anterior y mejor.
(…) La disyuntiva entre reforma o revolución llegó a significar, en los debates de fines del siglo XIX y comienzos del XX, la lenta acumulación de pequeños cambios contrapuestos al cambio rápido, los cambios en pequeña escala contrapuestos al cambio en gran escala, el cambio reversible contrapuesto al cambio irreversible, el cambio que mejora (y por consiguiente es prosistémico) contrapuesto al cambio transformador (que es por lo tanto antisistémico), y el cambio ineficaz contrapuesto al cambio eficaz. Por supuesto en todas las antinomias anteriores he utilizado dados cargados, dando a cada una la caracterización utilizada por el discurso revolucionario.
(…) El concepto de ´derrocamiento violento´ no es evidente
por sí mismo. Un levantamiento espontáneo, o la desintegración de la estructura del poder ¿constituyen una revolución, o sólo si ese levantamiento es canalizado a continuación por un partido revolucionario? ¿Cuándo ocurrió la Revolución francesa: con el ataque a la Bastilla o con la efectiva llegada al poder de los jacobinos? Tradicionalmente se considera que la Revolución rusa (la Revolución de Octubre) se inició con el ataque al Palacio de Invierno, pero más tarde se consideró que las ´revoluciones´ se iniciaban antes de la toma del poder estatal. Es decir, se consideró que era esencial que esa toma del poder fuera preparada por largas campañas guerrilleras, lo que Mao Tse-tung caracterizó como ´lucha prolongada´. Por lo tanto la lucha prolongada fue presentada como elemento esencial del proceso revolucionario, y no sólo antes de la toma de los órganos estatales sino también después (´la revolución cultural´).
Y hay una última ambigüedad que merece ser señalada. Después del Congreso de Bakú, se rotuló la lucha antimperialista como actividad ´revolucionaria´, pero la relación teórica de esa revolución antimperialista con la revolución socialista nunca estaba del todo clara, porque nunca ha habido consenso de ningún tipo. ¿La revolución argelina es igual o diferente a la revolución vietnamita? En la realidad ha habido muchas trayectorias diferentes. En Cuba, ´la revolución´ no era marxista, ni siquiera socialista, antes de la toma del poder, pero se volvió marxista y socialista después. En Zimbabwe el cambio retórico recorrido fue el inverso.
(…) Dicho esto, el resultado final es bastante desalentador, considerando la increíble cantidad de energía social que se dedicó a la actividad revolucionaria en el siglo XX (y también en el XIX). Comparto el sentimiento de los revolucionarios de 1968 de que para esas fechas la vieja izquierda en todas sus versiones había llegado a ser ´parte del problema´. Sin embargo desde entonces la izquierda mundial ha avanzado. La revolución mundial de 1968 tuvo efectos inmensos sobre las fuerzas de todas partes que se consideran antisistémicas. Nuestro modo de análisis revela seis consecuencias principales, que quiero definir en forma restringida.
1] La estrategia de dos pasos -primero tomar el poder estatal, luego transformar la sociedad- ha pasado de ser una verdad evidente (para la mayoría de las personas) a ser una proposición dudosa.
2] La premisa organizacional de que la actividad política en cada país será más eficaz si es canalizada por un solo partido cohesionador ya no es generalmente aceptada.
3] El concepto de que el único conflicto fundamental dentro del capitalismo es el conflicto entre el capital y el trabajo -y todos los demás conflictos basados en el género, la raza o etnicidad, la sexualidad, etc., son todos secundarios, derivados o atávicos- ya no es generalmente aceptada.
4] La idea de que la democracia es un concepto burgués que bloquea la actividad revolucionaria ha estado dejando el lugar a la idea de que la democracia podría ser una idea profundamente anticapitalista y revolucionaria.
5] La idea de que el aumento de la productividad es un requisito previo esencial de la construcción del socialismo ha sido sustituida por la preocupación por las consecuencias del productivismo en términos de la ecología, la calidad de vida y la consiguiente mercantilización de todo.
6] La fe en la ciencia como piedra fundamental de la construcción de la utopía ha dejado lugar a cierto escepticismo acerca de la ciencia clásica y el cientificismo popular, a favor de la inclinación a pensar en términos de una relación más compleja entre el determinismo y el libre albedrío, el orden y el caos. El progreso ya no es evidente por sí mismo.
Ninguna de esas seis revisiones de nuestras premisas es del todo nueva. Pero la revolución de 1968, al conmover la legitimidad de la vieja izquierda, transformó las dudas que abrigaba un puñado de personas en un revisionismo mucho más difundido, una verdadera ´revolución cultural´. Cada una de estas seis revisiones es compleja y, en otra oportunidad, se podría seguir elaborando largamente. Me ocuparé solamente de las implicaciones de esas revisiones para la actividad política antisistémica, y en particular para la estrategia y las tácticas de la ´revolución´.
La primera y más fundamental implicación es que ´revolución´ -en el sentido que daban a la palabra los movimientos marxistas-leninistas- ya no es un concepto viable. No tiene significado, por lo menos ahora no lo tiene. Se suponía que ´revolución´ era la actividad de un partido, su lucha por alcanzar el poder estatal, su papel como portaestandarte de los trabajadores en la lucha entre el capital y el trabajo, su dedicación al aumento de la productividad y su autodefinición como científico. ¿Existen todavía partidos que correspondan a esta descripción y que tengan un número significativo de seguidores?. No veo mucho, si es que los hay.
Lo que vemos en su lugar son dos cosas. En primer lugar, observamos partidos de la vieja izquierda, a menudo con otro nombre cambiado, luchando por su supervivencia electoral con base en programas centristas eclécticos que no parecen inspirar sentimientos muy fuertes, herederos de un vago anhelo de justicia social (del mismo modo que los radical-socialistas de la III República francesa encarnaban la tradición del laicismo). En segundo lugar, vemos un abanico de partidos y movimientos en perpetuo cambio que son los herederos diluidos de la revolución de 1968: partidos verdes, movimientos feministas, movimientos de las llamadas minorías oprimidas étnicas y raciales, movimientos gay y lo que podríamos llamar movimientos comunitarios de base.
(…) De modo que ésa es la situación: partidos de la vieja izquierda con fachadas cansadas y eclécticas; ningún concepto viable de ´una revolución´; nuevos movimientos antisistémicos que son vigorosos pero no tienen ninguna visión estratégica clara, y menos movimientos racistas-populistas de fuerza cada vez mayor. En medio de todo eso, los asediados defensores del sistema mundial capitalista existente no están en absoluto desarmados y siguen una política de postergación flexible de las contradicciones, mientras esperan el momento en que puedan llevar a cabo una transformación radical a su manera, abandonando el modo de producción capitalista por algún sistema mundial nuevo pero igualmente desigualitario y antidemocrático.
Hace mucho que necesitamos urgentemente definir con cierta claridad una estrategia alternativa a la difunta estrategia de la ´revolución´. Creo que esa redefinición es una tarea colectiva para el mundo entero. Sólo puedo sugerir aquí algunas líneas de acción que podrían ser elementos de esa estrategia, pero que en conjunto no constituyen una estrategia completa.
1] El primero es un regreso a una táctica tradicional. En todas partes, en cada puesto de trabajo, debemos presionar por más, es decir, porque la clase trabajadora conserve una porción mayor de la plusvalía. (…) La presión constante en escala local por esa internalización y por más -más en Detroit, más en Gdansk, más en Sao Pablo, más en Fiji- puede conmover profundamente los patrones de acumulación de capital.
2] Segundo, en todas partes en todas las estructuras políticas en todo
s los niveles, más democracia, es decir, más participación popular y más toma de decisiones abierta. (…) Esto quizás fue legítimo en el siglo XIX, pero la transformación del sistema mundial en otro mejor será imposible sin un apoyo popular genuino y profundamente motivado, el cual debe ser creado y desarrollado por medio de más democracia ahora.
3] Tercero, la izquierda mundial tiene que conciliar su dilema en torno al universalismo o particularismo. (…) Necesitamos buscar una manera de construir un nuevo universalismo basado en un cimiento de incontables grupos, y no en el mítico individuo atómico. Sin embargo esto requiere una especie de liberalismo social global que vacilamos en aceptar. Por lo tanto necesitamos dar sentido operativo (y no simplemente retórico) al ´rendez-vouz de donner et de recevoir´ (´cita de dar y recibir´) de Senghor. Esto debería intentarse en innumerables niveles locales.
4] Cuarto, debemos pensar en el poder estatal como una táctica, que se utiliza siempre que se puede y para las necesidades inmediatas, sin invertir nada en él ni fortalecerlo. Por encima de todo, debemos evitar manejar el sistema, en cualquier nivel. Debemos dejar vivir temiendo el derrumbe político del sistema.
(…) En suma, debemos convertirnos en trabajadores de viña prácticos, consecuentes y constantes, discutiendo nuestras utopías y empujando hacia delante. Cuando el sistema mundial actual se derrumbe sobre nosotros en los próximos cincuenta años, debemos tener una alternativa sustantiva para ofrecer que sea creación colectiva. Sólo entonces tendremos oportunidad de obtener una hegemonía gramsciana en la sociedad civil mundial, y por lo tanto una oportunidad de triunfar en la lucha contra los que quieren cambiarlo todo para que nada cambie.”
* Después del Liberalismo, ed. S XXI, 1998.
Inmanuel Wallerstein dirige el Centro Fernand Braudel para el estudio de la economía, los sistemas históricos y las civilizaciones en la Universidad de Binghampton, y es profesor de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París.
POSTEADO POR MIGUEL



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